Corta reflexión a partir del
debate suscitado por la publicación de una fotografía en la página de
Facebook “Casanare”.
A la publicación de este escrito la
fotografía de un presunto asaltante “dado de baja” por la víctima de un caso de
fleteo en el barrio Los Helechos de la ciudad de Yopal ha sido observada
a través de la internet por más de 15.000 personas en un periodo de 8 horas.
Dicha imagen acompañada de cientos de opiniones abre para los administradores
de la página como a sus seguidores un
debate sobre la violencia, la seguridad y la forma como se presenta o recibe la información
que llega a través de este tipo de medios.
Minutos después de subir la
fotografía uno de ellos decide que debe disculparse frente a los seguidores por
la forma “amarillista” en que había sido presentada la información. La
corrección de paso buscó dirigir el debate a la necesidad de presentar las
opiniones de forma seria y argumentada, con el fin de comprender mejor los
hechos de violencia que están ocurriendo
en el país y el departamento. Si bien esta acción se consideró como positiva
para algunos lectores, para otros, lo fue innecesaria pues consideraban que era
justo que el general de la sociedad Casanareña observara con sus propios ojos
la ” toma de justicia” ante “tantos abusos”.
Un ejemplo y punto de comparación
con este suceso informativo lo encontramos en la forma como los grandes medios
de comunicación nacionales y de corte amarillista presentan los cadáveres de
guerrilleros, soldados y víctimas de la inseguridad en las grandes ciudades.
Todos los días sus portadas o titulares nos atemorizan con las semillas del mal
que encontramos regadas por Colombia.
Con relación a la “opinión pública”
y su forma de actuar frente a estos hechos podríamos decir que ella misma habla
por el país y la sociedad que tenemos, en la cual, la cultura del espectáculo,
la sobre posición de imágenes y el lenguaje de la violencia nos presenta como
un imposible; es el país fraccionado, del miedo, del rencor, de los
radicalismos, la lucidez de algunos y principalmente la ignorancia de las
mayorías.
Por otra parte cuando Cali se
encuentra en la cuarta posición de las
ciudades más peligrosas de América Latina y Medellín se sacude por historias
desgarradoras de adolescentes descuartizados por cruzar fronteras invisibles, desempolvando
el alma de una de las ciudades “más innovadoras del mundo”, a Casanare
retoma la sombra de la inseguridad y la violencia (que al parecer nunca
se fue) despertando los miedos y odios del pasado.
Hablar en serio de las posibles respuestas y
soluciones partirá de las observaciones hechas por el analista Juan Carlos Garzón sobre la violencia
que seremos, incluso después de lograr la paz política y terminar con parte de
nuestro conflicto armado interno:
“En resumen, la violencia que
seremos lleva inscritos en su ADN la debilidad institucional, la transformación
criminal, la herencia del narcotráfico y la fallida guerra contra las drogas,
la corrupción persistente, la incapacidad del Estado y de la sociedad para
ofrecer oportunidades y protección a los jóvenes, así como la existencia de
prósperas y renovadas economía ilegales.” .