Columnista invitado:
Ricardo Andrés Bello Gómez
Graduado del colegio ITEY de Yopal, Ingeniero Químico de la Universidad Nacional de Colombia y Especialista en Economía de la Escuela Colombiana de Ingeniería.
"Trabajo como ingeniero, pero no pienso como uno, y siempre me he debatido entre el cariño por los números y la ciencia y la vocación por la cosa pública.”
@ricardoabello
Desde que se
empezó a vislumbrar en 2011 que la política colombiana se estaba reduciendo a
un debate entre uribistas y santistas, probablemente no fueron pocos quienes
pensaron “¿y el resto qué?”; una parte significativa de la opinión y de la
sociedad colombiana en general está demandando alternativas realmente
diferentes a lo que proponen el Presidente y el ex Presidente, porque, por
ejemplo, son muy notorias las coincidencias entre los dos en su concepción del
desarrollo económico basado en las actividades extractivas y la promoción del
libre comercio a como dé lugar, o de los servicios sociales (educación y salud)
vistos como servicios mercadeables, y ni de qué decir de las prácticas clientelistas
que tanto el uno como el otro han utilizado a lo largo de su carrera, sin ningún
empacho. Es indudable que Santos ha demostrado un mayor respeto por las
instituciones y un compromiso significativo por la solución negociada al
conflicto (el reconocimiento del conflicto, el proceso de paz, la legislación
sobre víctimas y restitución de tierras); pero es que estas posiciones deberían
ser un acuerdo de Estado: respetar las instituciones democráticas, mantener la
búsqueda de la paz o, por ejemplo, luchar contra la corrupción (ofrecer sólo “honestidad”
en una campaña política resulta muy, muy triste) deberían ser principios
fundamentales para participar en el debate político.
Una alternativa
interesante a estos modelos (la férrea derecha de Uribe y la centro-derecha “light”
de Santos) podría estarse configurando a través de un conglomerado que arrancó
para “pedir la palabra” y que según ha manifestado Antonio Navarro, ya está
organizándose para participar en las elecciones de 2014. El ex gobernador de
Nariño, quien parece estar convirtiéndose en el vocero no solo de los
Progresistas sino de todo este arco político, ha hecho énfasis en la diversidad
y la búsqueda de un modelo político alternativo como principios de esta
iniciativa; a nivel latinoamericano no sería el primer experimento de este tipo
y por el contrario ejemplos como el del Frente Amplio Progresista de Argentina
(que apenas va saliendo del crisol de sus primeras elecciones), la desmoronada
Alianza Patriótica – Frente Guasú en Paraguay (la misma que abandonó al
Presidente Lugo el año pasado), o el sólido Frente Amplio en Uruguay, pueden
servir como lecciones aprendidas para el nuevo movimiento.
El Frente Amplio
surgió en los años setenta como una reacción frente a la dictadura militar y el
centenario bipartidismo imperante y desde sus inicios recibió en su seno no sólo
a los grupos tradicionales de la izquierda, sino también a disidencias de los
Partidos Colorado y Nacional y a sectores independientes, abarcando un gran
espectro de ideologías, desde el comunismo hasta el social-liberalismo, lo que
hizo necesaria una alta dosis de tolerancia y diálogo para que el Frente pasara
de ser una mera aventura electoral (por allá en 1971) a una organización seria
y estructurada, capaz de resistir todo tipo de presiones, prohibiciones y
ataques hasta alcanzar el poder en 2005. El perfil de los mandatarios que han
logrado elegir resulta un claro ejemplo de la diversidad mantenida al interior
del Frente, pues han llevado al poder a dos personajes tan disímiles como el
exitoso médico oncólogo y otrora
dirigente deportivo Tabaré Vásquez y el “rústico” granjero y ex guerrillero José
Mujica; a propósito, en el marco de las álgidas elecciones internas de 2009,
tuve la oportunidad de intercambiar opiniones con un alto dirigente del Frente
quien decía “han sido muchos años de trabajo, esfuerzo y sacrificio para que
todo se tire por la borda por enfrentamientos, desconfianzas y falta de vocación
unitaria”; como sabemos, la historia terminó bien y Mujica ganó la candidatura,
recibió un pleno respaldo partidario y es hoy el admirado Presidente de los
uruguayos.
Este nuevo
proyecto político tendrá que dotarse precisamente de confianza, diálogo,
tolerancia y vocación de unidad si quiere concretar su objetivo de llevar listas
fuertes a Senado y Cámara, una candidatura presidencial competitiva y sobre
todo, una propuesta que perdure para las próximas décadas de fragor político;
de pronto, pero solo de pronto, surja un verdadero Frente Amplio colombiano.